Bicis y bicicleteros hacen un alto en el Ponte de Cela, que al menos por el nombre rememora al Nobel |
El grupo ciclista de ahora, es decir, Josito, Teresa, Chus y yo, entró en La Coruña tras un precioso recorrido a la vera del río Mero, acompañados de pegas, urracas, mariposas y ese delicioso sonido del agua al deslizarse por algún que otro caneiro que aparece en el curso del río. Finalizamos el paseo fluvial deteniéndonos en una taberna bien situada en el Burgo, frente al puente romano, en la que disfrutamos de un delicioso Mencía y unas raciones de lengua y mejillones. A buen seguro no hubiera llegado ni para empezar si el ilustre vagabundo formara parte de este equipo, pero lamentablemente no puede ser así.
Continuamos viaje atravesando el puente y cogiendo un carril bici que sigue todo a lo largo de la ría hasta el Puente del Pasaje, punto en el que ya no nos queda más remedio que unirnos al alocado tráfico rodado y continuar por la carretera hasta La Coruña. Al igual que Cela, entramos en La Coruña por La Marina, nos deleitamos ante el maravilloso panorama de La Dársena y continuamos por la calle del Parrote hacia Tabernas, para detenernos a fotografiar la preciosa casa donde viven los primos que compartimos el Nobel y una servidora. La casa está mirando al mar, donde antaño se encontraba la playa del Parrote y hoy hay un gran hotel y un complejo deportivo con unas piscinas, donde yo de niña me bañaba. Cela se bañaba en la playa con mis primos y de vez en cuando gustaba de darse una vuelta en piragua.
En la casa de a cale Tabernas |
Regresamos por el mismo camino a Cecebre. En total hacemos en esta etapa 42 kilómetros. En Cecebre nos espera nuestro amigo Jorge, que nos da cobijo en su preciosa casa. José y yo dormimos en tienda de campaña, pero antes nos damos una opípara cena en el jardin, una cena de las que hubieran hecho las delicias de Cela: sardinas a la parrilla, cachelos, mejillones al vapor, pimientos de Padrón, empanada, paletilla ibérica y ensalada. Hay que coger energías para mañana, que nos espera una dura etapa: Cecebre-Santiago, 60 kilómetros llenos de cuestas. Todo sea por el Nobel gallego.
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